viernes, 15 de junio de 2012

Diccionario breve de palabras expoliadas I

La palabra es la mayor y más poderosa posesión del ser humano. Nos diferencia del resto de los animales y nos permite adentrarnos en el otro, ser el otro, en un maravilloso mestizaje. La palabra puede ser letal, acogedora, cruel o amable. Pero también delicada, dúctil, maleable. Y es en su propia fortaleza donde radica su fragilidad.

Observo la maravillosa aunque terrible transformación que sufren algunas palabras que han sido sometidas a manipulaciones de laboratorio con el  objeto de hacerlas parecer lo que no son, y lograr mentir a la gente cuando se las invoque. Las llamo las palabras expoliadas. Como la manipulación del lenguaje en favor de intereses espurios es cada día más intensa he decidido abrir algunas entradas para reflexionar sobre ellas. He aquí la primera.

Transparente.  adj. 1. Se dice del cuerpo a través del cual pueden verse los objetos distintamente. SIN. Diáfano, cristalino.

Alguna vez escribí a propósito de aquella leyenda que circula sobre Goebbels y su concepto de transparencia. Parece ser que el genio de la propaganda nazi se propuso instalar en la opinión pública germana la idea de que los judíos eran los culpables de los males que aquejaban Alemania por medio de un ejercicio de transparencia: En unos inmensos carteles con los que empapeló las principales calles de Berlín se podía leer “Alemania está al borde de  la catástrofe por culpa de los negros, los gitanos, los ciclistas y los judíos”. A los berlineses les sorprendió mucho la inclusión de los ciclistas en esta lista. Esta extrañeza y las preguntas que surgieron a raíz de la misma provocó que pocas personas se percatasen de los otros grupos incluidos en la lista de los culpables del sufrimiento alemán, no siendo, por tanto, cuestionada en estos extremos. De esta manera, una información que llamó poderosamente la atención por absurda, (los ciclistas son los culpables) permitió que otras transparentes aunque no menos descabelladas, calasen en los alemanes de manera inapreciable.

Ignoro si la historia se ajusta a la realidad, ni siquiera si la recreación es correcta, pero aun no siendo verdad  explica perfectamente el expolio que ha sufrido  la palabra “transparencia”.

Siempre hemos pensado que obrar con transparencia es lo más correcto. Cuando algún político nos prometía una gestión transparente pensábamos que expondría a la luz pública todas sus maniobras, sus decisiones y motivaciones en esa gestión de lo público. De la misma manera, los banqueros nos han asegurado durante décadas la misma transparencia en su trabajo, en el uso de nuestro dinero. Pero resulta que, cuando decían “transparencia” se referían en realidad a “invisible”. De ahí que los primeros hagan y deshagan sin darnos ninguna explicación sometidos a las órdenes de los segundos, que actúan bajo la misma invisibilidad. (No me he equivocado en el orden).

Lejos de estar bajo el mandato de misteriosos gobiernos en la sombra los que de verdad deciden sobre nuestro presente y futuro ejercen su labor desde la más absoluta transparencia.

y así, descubrimos que alguien decide por nosotros que somos insolventes, que se ha de recortar en gastos que la mayoría  consideramos necesarios, que hemos de sacrificarnos, ajustarnos el cinturón y vivir pendientes de primas de riesgo evaluadas por empresas privadas, bolsas, recortes, mercados…

¿Quiénes deciden qué?¿quiénes se enriquecen con la pobreza de tantos?¿quiénes están haciendo el negocio del siglo con la crisis? No lo sabremos nunca. Son transparentes.  

gobierno-en-la-sombra

viernes, 1 de junio de 2012

Z-75

-¿Llevas tu carné?-
-Si. Siempre lo llevo-
-Bien. Tu coge el bolso con los papeles y me lo das cuando te lo pida-
-Z-75, mesa 9- Salto de mi asiento como un conejo al escuchar un disparo. La megafonía es infame, pero aún audible. Sigo a mi mujer sorteando a varias personas que esperan el turno para comparecer, como nosotros, ante el Oráculo que nos vaticinará si el Olimpo nos es propicio (pagar o ser pagado, he ahí la cuestión). Al pasar junto al habitáculo de la recepción miro de reojo al inmenso sapo con forma semihumana que me dio el número:
- Perdone, solicitamos hace unas semanas una cita por internet y no sé si…-
-Un momento- machaca con sus dedos sin huesos el teclado del ordenador.-Espere su turno.-  Le ha costado media vida levantar el brazo para ofrecerme un papel similar al del turno de la carnicería con un número y una letra. No me mira. Posa sus ojos de anfibio en mí, pero no ve nada.
El que viene detrás de mí pide otro número, y mientras me retiro me percato de que no porta, como yo, el  folio impreso de la cita por internet. Acuciado por la angustia de haberme equivocado insisto a la mujer-rana.
-Perdone, pero yo pedí cita por internet-
-Espere su turno-. Esta vez sí he conseguido que deslizara sus gafas y fijara sus ojos en mí,  por encima de la montura. Me vuelvo a mi sitio, con el rabo entre las piernas, convencido de que nunca sabré si existe el área 51, quién mató a Kennedy o para qué coño saqué  el número para hacer la declaración de la Renta por internet con mes y medio de antelación.
El funcionario de Hacienda es preocupantemente joven. Mi mujer lo prefiere, pero yo siempre desconfío de los que son más jóvenes que yo y aparentan saber más, sobre todo cuando este extremo se confirma.
-Buenos días-.
-Buenos días-. Intento dar una imagen de superioridad, procuro sentarme con informalidad y ofrecer una sonrisa cómplice que no encuentra correspondencia.
-DNI, por favor-
-Bien. En el ordenador aparece que es usted Fulanito de Tal, trabaja en tal empresa, tiene coche, tiene una hipoteca y un préstamo personal con una entidad bancaria. También aparece que tiene un seguro de vida y otro de hogar, un plan de pensiones…-
El funcionario sigue abriendo mi vida en canal, sacando a la luz mis deudas y capitales, mi vida laboral, los hijos que tengo y desde cuándo estoy casado. Miro a mi mujer que se prepara para empezar a darle papeles al funcionario en cuanto los solicite. Me pregunto qué más puede pedir, si conoce hasta el más mínimo detalle de mi insulsa existencia.
-¿Me permite su última declaración de la renta?-
-Dame la bolsa- Dice mi mujer con una resolución que quita el hipo. Busca entre toda la documentación que ha preparado durante tres días y le proporciona al funcionario la declaración que pide.
-La del año anterior.-Nueva búsqueda. –Dígame qué pone en el recuadro 3b.-
-321-responde rápidamente mi esposa/gestora fiscal.
-Bien, ¿estas son las retenciones totales?-
-Si-
-¿Ustedes vendieron el año pasado un piso?-
- Si, nuestra vivienda habitual-
-¿compraron otro?-
-Claro.-
-¿Me da las escrituras?¿dónde aparece el importe total del préstamo hipotecario?¿Por cuánto vendieron el antiguo?¿por cuánto lo compraron?¿tienen los gastos de notaría?¿Este es el precio de tasación?-
-Dios, que no me pregunte a mí-me digo-porque la puedo liar parda.- Mentalmente compruebo los dos únicos datos que tengo claros: el número de mi carné de identidad y la talla de calzoncillos que llevo.
-¿Incluye este documento las deducciones por maternidad?¿Tienen algún otro gasto que desgrave?-
Algún otro gasto, dice.
A cada respuesta los golpes a la calculadora del funcionario arrecian, sin saber si suma o resta. Como no entiendo ni una palabra de lo que están diciendo me concentro en su lenguaje corporal. A veces asoma a sus labios una media sonrisa que me corta la respiración. Otras veces frunce el ceño y me doy por perdido. Yo he abandonado ya toda compostura. Permanezco con las rodillas juntas, las manos entrelazadas y echado hacia la mesa del funcionario, que a veces me mira con lástima. Intento recordar si devolver es que das o te dan, aunque tratándose de Hacienda siempre te dan. Dios qué va a pasar con nosotros ahora, con lo jóvenes que somos y con dos niños pequeños en el mundo. Apiádese de nosotros, señor funcionario, le digo con la mirada.
-Bueno, la de usted ya está, aunque para que devuelva harían falta otros conceptos deducibles, porque la mayoría que me han proporcionado no desgravan.-
Silencio.
Dios mío, qué va a ser de nosotros ahora.

VINETA-14-ABRL-12