viernes, 1 de junio de 2012

Z-75

-¿Llevas tu carné?-
-Si. Siempre lo llevo-
-Bien. Tu coge el bolso con los papeles y me lo das cuando te lo pida-
-Z-75, mesa 9- Salto de mi asiento como un conejo al escuchar un disparo. La megafonía es infame, pero aún audible. Sigo a mi mujer sorteando a varias personas que esperan el turno para comparecer, como nosotros, ante el Oráculo que nos vaticinará si el Olimpo nos es propicio (pagar o ser pagado, he ahí la cuestión). Al pasar junto al habitáculo de la recepción miro de reojo al inmenso sapo con forma semihumana que me dio el número:
- Perdone, solicitamos hace unas semanas una cita por internet y no sé si…-
-Un momento- machaca con sus dedos sin huesos el teclado del ordenador.-Espere su turno.-  Le ha costado media vida levantar el brazo para ofrecerme un papel similar al del turno de la carnicería con un número y una letra. No me mira. Posa sus ojos de anfibio en mí, pero no ve nada.
El que viene detrás de mí pide otro número, y mientras me retiro me percato de que no porta, como yo, el  folio impreso de la cita por internet. Acuciado por la angustia de haberme equivocado insisto a la mujer-rana.
-Perdone, pero yo pedí cita por internet-
-Espere su turno-. Esta vez sí he conseguido que deslizara sus gafas y fijara sus ojos en mí,  por encima de la montura. Me vuelvo a mi sitio, con el rabo entre las piernas, convencido de que nunca sabré si existe el área 51, quién mató a Kennedy o para qué coño saqué  el número para hacer la declaración de la Renta por internet con mes y medio de antelación.
El funcionario de Hacienda es preocupantemente joven. Mi mujer lo prefiere, pero yo siempre desconfío de los que son más jóvenes que yo y aparentan saber más, sobre todo cuando este extremo se confirma.
-Buenos días-.
-Buenos días-. Intento dar una imagen de superioridad, procuro sentarme con informalidad y ofrecer una sonrisa cómplice que no encuentra correspondencia.
-DNI, por favor-
-Bien. En el ordenador aparece que es usted Fulanito de Tal, trabaja en tal empresa, tiene coche, tiene una hipoteca y un préstamo personal con una entidad bancaria. También aparece que tiene un seguro de vida y otro de hogar, un plan de pensiones…-
El funcionario sigue abriendo mi vida en canal, sacando a la luz mis deudas y capitales, mi vida laboral, los hijos que tengo y desde cuándo estoy casado. Miro a mi mujer que se prepara para empezar a darle papeles al funcionario en cuanto los solicite. Me pregunto qué más puede pedir, si conoce hasta el más mínimo detalle de mi insulsa existencia.
-¿Me permite su última declaración de la renta?-
-Dame la bolsa- Dice mi mujer con una resolución que quita el hipo. Busca entre toda la documentación que ha preparado durante tres días y le proporciona al funcionario la declaración que pide.
-La del año anterior.-Nueva búsqueda. –Dígame qué pone en el recuadro 3b.-
-321-responde rápidamente mi esposa/gestora fiscal.
-Bien, ¿estas son las retenciones totales?-
-Si-
-¿Ustedes vendieron el año pasado un piso?-
- Si, nuestra vivienda habitual-
-¿compraron otro?-
-Claro.-
-¿Me da las escrituras?¿dónde aparece el importe total del préstamo hipotecario?¿Por cuánto vendieron el antiguo?¿por cuánto lo compraron?¿tienen los gastos de notaría?¿Este es el precio de tasación?-
-Dios, que no me pregunte a mí-me digo-porque la puedo liar parda.- Mentalmente compruebo los dos únicos datos que tengo claros: el número de mi carné de identidad y la talla de calzoncillos que llevo.
-¿Incluye este documento las deducciones por maternidad?¿Tienen algún otro gasto que desgrave?-
Algún otro gasto, dice.
A cada respuesta los golpes a la calculadora del funcionario arrecian, sin saber si suma o resta. Como no entiendo ni una palabra de lo que están diciendo me concentro en su lenguaje corporal. A veces asoma a sus labios una media sonrisa que me corta la respiración. Otras veces frunce el ceño y me doy por perdido. Yo he abandonado ya toda compostura. Permanezco con las rodillas juntas, las manos entrelazadas y echado hacia la mesa del funcionario, que a veces me mira con lástima. Intento recordar si devolver es que das o te dan, aunque tratándose de Hacienda siempre te dan. Dios qué va a pasar con nosotros ahora, con lo jóvenes que somos y con dos niños pequeños en el mundo. Apiádese de nosotros, señor funcionario, le digo con la mirada.
-Bueno, la de usted ya está, aunque para que devuelva harían falta otros conceptos deducibles, porque la mayoría que me han proporcionado no desgravan.-
Silencio.
Dios mío, qué va a ser de nosotros ahora.

VINETA-14-ABRL-12





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