martes, 23 de marzo de 2010

Cañas y Barro

Y no me refiero a la obra del maestro Blasco Ibáñez, sino al estado de las playas esteponeras a escasos días de la Semana Santa. Otro síntoma claro de la inoperancia de este gobierno municipal y otra certeza más de que Valadez se tuvo que agarrar a un clavo ardiendo para componer su “equipo de gobierno” agregando a personas con escasas vistas más allá de su apéndice nasal.

Nunca he deseado tanto equivocarme como ahora, pero mucho me temo que los pocos turistas que vengan a disfrutar de nuestras playas se encontrarán con un panorama desolador: restos de cañas y demás residuos del temporal de hace unas semanas y lodo, mucho lodo.

Y digo lodo porque hace mucho tiempo que la arena, tal y como la entendíamos hace veinte años, no existe. A fuerza de hacer de nuestra costa la piscina privada de la urbanización nos encontramos con que año tras año es necesario arrasar con la paupérrima flora del fondo marino más próximo a la costa para llevar algo de tierra a pie de chiringuito sobre la que poner una toalla. De ahí, que el litoral se vea cada temporada más deteriorado, que uno caiga a una traicionera fosa abisal a pocos pasos de la orilla o que la única fauna y  flora que aún conservamos sea la “latis de cocacolis” o la “bolsarun plasticorum”.

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Es cierto que el temporal ha sido de tal magnitud que las medidas previstas para tales acontecimientos se han visto desbordadas, y que la Junta de Andalucía, esa madrasta mentirosa y procaz, ha destinado ciertas partidas económicas para solventar la situación antes de la llegada del calor. Pero no es menos cierto que esas medidas siguen siendo insuficientes. Dos camiones, una máquina excavadora, un tractor con remolque y unos cuantos operarios es toda la infantería con la que estamos haciendo frente al desaguisado playero. Y llegará el verano (como si lo estuviese viendo) y anunciarán a bombo y platillo la adjudicación de otra bandera azul, sin dejar claro quién ni cómo otorga “graciosamente” dichas insignias tan poco fiables como aquellas escobas de plata que compramos en su día para vergüenza de nuestros concejales y orgullo ignorante y estúpido de algunos vecinos. Está claro, por tanto, que aunque desde la playa del Cristo hasta El Pirata sigamos bañándonos en auténtica mierda nuestros gobernantes sacarán pecho un año más diciendo que la calidad de nuestras playas es maravillosa. El problema es que, muy probablemente, el punto de vista de nuestros visitantes puede ser radicalmente diferente e influya de manera decisiva en el planeamiento de sus próximas vacaciones.

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